La Vanguardia de Barcelona, se ha hecho eco de la alianza de entidades que desean unir esfuerzos para combatir el derroche alimentario, prevenir la generación de desperdicios y, en suma, dar una segunda oportunidad a la comida para que no resulte inservible.
Ese es el objetivo del proyecto Debonprofit promovido por cinco entidades barcelonesas que van a abrir una o varias tiendas destinadas a proporcionar alimentos que, de otra manera, resultarían desaprovechados.
Los impulsores del proyecto están ultimando el estudio que permitirá concretar la inversión y el tipo de tipo de productos que podrán ser vendidos como consecuencia de las donaciones de alimentos recibidas. “Creemos que estos alimentos pueden ser entre un 50% y un 70% más baratos; podrán acceder a ellos todo tipo de personas, y su venta va a permitir crear puestos de trabajo”, explica Dessirée García, responsable de formación de Cáritas en Barcelona, unas de las cinco entidades promotoras, quien apuesta por un modelo de tiendas a favor de la inserción sociolaboral.
La fuente de alimentos donados para ser comercializados será amplia. Un primer proveedor son las grandes cadenas y superficies: muchos alimentos (verduras, legumbres…) empeoran su aspecto y no pueden ser vendidos al precio inicial; determinadas piezas de fruta no tienen el calibre óptimo para ser expuestas, y, finalmente, hay alimentos mal etiquetados que también deben ser descartados.
Otro foco de donaciones es la comida no consumida en hoteles, restaurantes o comedores escolares. La Fundació Nutrició Sense Fronteres –otra entidad promotora– recoge la comida congelada sobrante en las cocinas de hoteles de 4 y 5 estrellas de Barcelona y consigue, en dos horas, ponerla a disposición de comedores y entidades sociales gracias a furgonetas-frigorífico (que mantienen la cadena de frío). “Desde que empezamos funcionar en el 2012 hemos repartido más de 100 toneladas de comida”, dice Mercè Vidal, su directora-gerente. La fundación cuenta con la colaboración de 40 hoteles y unas 30 empresas alimentarias.
¿Y por qué sobra tanta comida en los hoteles? La causa es la dificultad de estos establecimientos para calcular exactamente el número de comensales, pues muchos días la ocupación es menor a la prevista mientras que los gestores del hotel siempre han de calcular la máxima disponibilidad de alimentos. Es esa situación la que acaba provocando un derroche. También se dan excedentes en los colegios, a causa de la variabilidad de asistencia de los alumnos. “De todas maneras, hay protocolos se seguridad alimentaria. No se podrá aprovechar lo que ya ha sido expuesto y no ha sido aprovechado”, dice Mariona Ortiz, del Banc de Recursos.
Los promotores del proyecto esperan que el Parlament de Catalunya apruebe la ley para combatir el derroche alimentario y facilite esta propuesta (pues tramitación parlamentaria quedó paralizada). La actual legislación es restrictiva respecto a la comercialización de alimentos que pueden echarse a perder. Por ejemplo, no se pueden vender los productos que hayan superado la fecha de consumo preferente o la fecha de caducidad.
Las grandes cadenas y súpers que hacen sus donaciones de comida para la gente necesitada se muestran reacias a que sus productos acaben siendo revendidos a menor precio, pues entienden que eso devalúa su imagen de marca. Pero todo está cambiando.
Francia obliga a las cadenas de más de 400 m2 a donar su comida que vaya a ser desaprovechada mientras que algunas cadenas empiezan a sentirse más reconocidas si dan un paso en esta colaboración.
“Los promotores de este comercio somos entidades sin ánimo de lucro, no buscamos beneficios, sino crear puestos de empleo y fomentar la inserción social. Todo este capital simbólico debe ser valorado por nuestros donantes”, dice Mariona Ortiz, del Banc de Recursos.