En plena canícula no les voy a aburrir en demasía.
Simplemente, recordarles que la gran batalla en los próximos meses se llamará “residuo orgánico en restaurantes”. Vale que nos hablen y suscribamos los principios de la economía circular y del zero waste; pero, es evidente que hay algo que falla en el sistema de gestión de residuos urbanos y -como es habitual- nos tememos que los restaurantes van a ser destinatarios de medidas de choque, más duras que las de nosotros como vecinos.
Recientemente, en Barcelona, ha habido una cumbre de instituciones para hablar del tema y no será la única. Económicamente podría decirse que el sistema está quebrado y el volumen de residuo orgánico creciendo en demasía, sin un destino claro y menos cómo aprovecharlo racionalmente, una vez que se sepa qué hacer con él.
Ya venimos hablando de o por convicción o por imposición. Y en este tema, en dicho evento, se ha anunciado que, en Catalunya, las tasas por Tm que se cobrarán, por la recogida de residuos orgánicos, van a pasar de 19e en la actualidad a 47 euros (¡!!!) en el 2020 si el destino es un vertedero y de 11euros a 23euros, si el destino es la incineración.
En ambos casos se dobla la presión fiscal sobre el “otro orgánico”.
¿Qué hacer pues? Compramos un compostador, pero ¿dónde lo metemos? ¿Hacemos un curso sobre lombrices? ¿Pero quién nos compra el compost? ¿Confiamos en los sistemas de recogida pública? ¿O en los de la privada?
Llega un nuevo caos a los restaurantes y ojalá me equivoque.
Así pues, disfruten del verano, pero piensen que a la “rentré”, lo orgánico, mejor dicho “la fracción orgánica” estará de actualidad más que nunca.