Desarrollado por Economist Intelligence Unit con el Barilla Center for Food & Nutrition, el FSI se elabora en 34 países de todo el mundo y mide la sostenibilidad de los sistemas alimentarios a través de tres indicadores: pérdida y desperdicio de alimentos; desafíos nutricionales; y agricultura sostenible.
Francia lidera los índices de reducir desperdicios de alimentos. En 2013 lanzó su Pacto Nacional contra el Desperdicio de Alimentos y en 2016, aprobó una ley que obliga a los supermercados y tiendas de comestibles que superen los 400 metros cuadrados a pasar alimentos no vendidos a bancos de alimentos u organizaciones benéficas. Los restaurantes de un cierto tamaño también están obligados a reciclar los sobrantes de comida y deben ofrecer "doggy bags " a los clientes si así lo solicitan. Todo un movimiento radical en un país donde las tradiciones gastronómicas están tan profundamente arraigadas.
Un buen ejemplo para otros
El ejemplo establecido por Francia ha tenido eco en Italia, que aprobó una ley en la lucha contra el desperdicio de alimentos en agosto de 2016. Mientras tanto, en marzo de 2017, el Parlamento Europeo acordó la reducción de los alimentos por parte de los Estados miembros de la UE para finales de 2020.
Francia también tiene un índice alto en términos de desafíos nutricionales, donde ocupa el cuarto lugar en el FSI a nivel mundial habiendo descendido en el ranking en comparación con 2016 cuando fue líder. Una comparación con Japón, que ahora encabeza el ranking mundial de nutrición, revela algunas diferencias significativas en términos de indicadores individuales determinantes. Con el 30%, el predominio de jóvenes con sobrepeso (entre 5 y 19 años) es mucho más alta en Francia que en Japón (donde la cifra correspondiente es del 14,2%). Lo mismo se aplica a los adultos: el 59.5% se considera que tiene sobrepeso en Francia, frente a solo el 27.2% en Japón. Estas diferencias se pueden explicar por las diferencias en la dieta: las cantidades diarias de carne y grasas saturadas consumidas por los ciudadanos franceses son, en promedio, alrededor de tres veces las de Japón.
El alto consumo de carne y grasas saturadas (y su relación con los crecientes niveles de obesidad) es motivo de preocupación para las autoridades de salud pública en Francia, que continúan enfatizando los beneficios de la dieta mediterránea tradicional que cuenta con aceite de oliva, verduras, frutas, verduras, cereales (en su mayoría sin refinar) y granos enteros. Los productos lácteos (principalmente queso y yogur), mariscos y aves de corral se consumen en menor cantidad. Numerosos estudios han demostrado que este patrón dietético tradicional está estrechamente relacionado con una menor incidencia de enfermedades crónicas, en particular, problemas cardíacos coronarios y diabetes tipo 2.
En este contexto, la Agencia Francesa para la Alimentación, el Medio Ambiente y la Salud y Seguridad en el Trabajo (ANSES) creada en 2017 recomienda limitar el consumo de carne (excluyendo las aves de corral), y las bebidas azucaradas. En cambio, la agencia aboga por un consumo mucho mayor de legumbres, cereales integrales, verduras y frutas, y ciertos aceites vegetales.
Es importante destacar que Francia obtiene altas calificaciones en el FSI por la calidad de sus respuestas políticas a los patrones dietéticos. De hecho, Francesco Branca (director de la Organización Mundial de la Salud) cita a Francia como un país destacado en sus esfuerzos por combatir la obesidad infantil. Como señaló el Dr. Branca, al aumentar la conciencia de los jóvenes sobre la importancia de una buena nutrición, habrá muchas más posibilidades de que adopten hábitos alimenticios saludables cuando se conviertan en adultos.
Una iniciativa clave a este respecto es el programa EPODE (Juntos Prevengamos la Obesidad Infantil). Lanzado por primera vez en 2004, EPODE está siendo copiado por más de 500 instituciones en todo el mundo.
Hacia prácticas agrícolas más sostenibles
Con respecto al último pilar, de la agricultura sostenible, Francia ocupa el tercer puesto a nivel mundial entre 34 países. Esto representa una mejora significativa con respecto a su clasificación de 2016 (la 11ª de 25 países). Pero, está rezagada respecto de Italia -la mejor en esta categoría que lidera indicadores individuales tales como la diversificación de cultivos, la biodiversidad ambiental y la deforestación. Francia también tiene significativamente menos tierra (3,9% del total) dedicada a la agricultura orgánica en comparación con Italia (10,5%).
Al mismo tiempo, Francia sigue adelante con su proyecto de agroecología, que representa un intento de garantizar un enfoque más sostenible de la agricultura. Un principio clave que sustenta el concepto de agroecología es que las mejoras en el rendimiento agrícola no deben realizarse a expensas de las condiciones ambientales y sociales. El Ministerio de Agricultura francés, que lidera el proyecto, espera que la mayoría de los agricultores se hayan adherido al concepto para el año 2025.
La agroecología contiene una serie de elementos comunes, como una mejor fertilización mediante la rotación de cultivos y el desarrollo de sinergias entre el ganado y los cultivos alimentarios. La iniciativa francesa es un ejemplo importante de un cambio creciente hacia agroecosistemas más sostenibles en todo el mundo.