Entre los diversos retos que la actualidad nos plantea (creciente dependencia de la informática, cambios en los gustos y preferencias de los consumidores, etc.) uno de ellos nos afecta no sólo como profesionales sino también como ciudadanos: el desperdicio de alimentos.

Se trata de un desafío no sólo de carácter económico, sino también ético: hasta un tercio de todos los alimentos se estropea o se desperdicia antes de ser consumido por las personas.

No hace falta recurrir a estadísticas (que, a veces, de tanto repetirlas se convierten casi en tópicos) para concienciarse de que tal despilfarro es un exceso en una época en la que casi mil millones de personas pasan hambre, y representa una pérdida de mano de obra, agua, energía, tierra y otros insumos utilizados en la producción de esos alimentos.

Por otro lado, se trata de un problema que nos afecta directamente en tanto en cuanto es inadmisible que, incluso en los países ricos, sean muchas las personas que deben buscar en los contendores de basura algo con lo que puedan alimentarse y subsistir.

La pérdida y el desperdicio de alimentos hacen referencia a su merma en las etapas sucesivas de la cadena de suministro de alimentos destinados al consumo humano. Los alimentos se pierden o desperdician en toda la cadena de suministro, desde la producción inicial hasta el consumo final de los hogares.

No se trata de un problema sin solución, aunque el desperdicio “cero” sea inalcanzable: los establecimientos de restauración y de suministro se comidas pueden colaborar eficazmente a reducir ese desperdicio… Desperdicio que puede ser accidental o intencional, pero que en última instancia conduce a una menor disponibilidad de alimentos para todos. Aunque la pérdida en cuestión puede deberse a problemas en la recolección, almacenamiento, embalaje, transporte, infraestructura o a los mecanismos de mercado, o de los precios, así como a los marcos institucionales y legales, en la fase de preparación y servicio al cliente es posible, siguiendo unas elementales pautas y unas normas voluntarias (que ya se aplican en algunos países europeos) colaborar efectivamente en limitar ese insostenible desperdicio… ¡En beneficio de todos!

Anexos:

  1. Insostenibles desperdicios
  2. Bibliografía sobre gestión de residuos